Capítulo treinta y nueve: London Eye (parte dos).
Jodie caminó por la cabina, nerviosa. No se esperaba encontrase con
Harry, es más, desde la noche de los premios que no le veía y no estaba segura
de sí quería verle. Los últimos días habían sido unos buenos días para ella, a
pesar de que no había olvidado que seguía queriéndole como al que más, Eddie
había sido una buena compañía y parecía que las cosas funcionaban. Aunque, por
alguna extraña razón, esperaba que Harry no supiera nada y, así, todo sería más
fácil.
Intentó abrir la puerta pero estaba cerrada con un mecanismo de
seguridad, con el cual solo podías abrir desde fuera. Chasqueó la lengua.
- Jodie… escucha… yo – empezó a decir él.
- Harry, no lo intentes porque no te va a
servir de nada.
- ¡Escúchame! Es lo único que te pido.
- Que no quiero escucharte. Es lo único
que te digo y, parece ser que, no lo entiendes.
Ella se sentó en el otro banco que había, lo más lejos que pudo de él,
con las piernas cruzadas, como si fuera un indio, y se dedicó a mirar por la
ventana. Si tenía que estar cuarenta minutos allí con él iba apañada.
Harry resopló puesto que sabía que no iba a ser nada fácil hacer que
ella entrara en razón… pero es que si las cosas fueran al revés, el habría
actuado de la misma manera. O quizá peor.
Permaneció sentado en el banco, justo delante de ella, sin decir una
palabra. Tenían cuarenta minutos para estar juntos allí y encontraría la manera
de hacer que terminara bien.
Jodie miraba el paisaje por la ventana y veía como poco a poco la
noria se movía, lenta, pesada, con su movimiento habitual. Su mirada se posó en
la multitud que se concentraba a sus pies, en la entrada de la noria, donde aún
seguían Niall y Louis mirando hacia arriba, como si esperaran algo.
Entonces sonó el teléfono dentro de su bolso. Rebuscó en él bajo la
atenta mirada de Harry, cuando lo encontró, leyó el mensaje que tenía.
“Dale una oportunidad a Harry. Y no nos mates, anda. Niall, xx”
Dejó el móvil donde estaba sin poder contener una sonrisa. Lo tenían
todo planeado los muy… cabrones. Miró al chico de rizos que, por un segundo, no
la espaba mirando a ella sino que miraba a sus zapatos, pensativo.
Ninguno de los dos sabían cuanto tiempo habían estado en silencio pero
aquello les estaba matando. Tenían tantas cosas que decirse y tantos muros que
no iban a derribar por orgullo… que su historia parecía una tragedia de
aquellas que son dignas de un libro.
- Jodie…
Empezó a decir él. Esperaba que ella le respondiera algo cortante y
seco pero no lo hizo. Era como si realmente quisiera escuchar lo que le tenía
que decir. Solo faltaba que quisiera hablar, también, y para ello tenía que
encontrar la manera de provocarla.
- Verás… sé que he sido un capullo y un
insensible, también.
Jodie se giró a mirarle y lo miró fijamente, como si le diera la razón
en lo que estaba diciendo pero sin una sola palabra. Y, a Harry, le estaba
matando su silencio.
- Y que me merezco la hostia que me diste
– ella enarcó una ceja. – Y quizá me merezca unas cuantas más... pero no me
gusta estar en esta situación. Quiero decir, no quiero estar mal contigo.
Porque… porque tu eres una buena chica y… y yo no soy, precisamente, el bueno
de la película.
Harry se levantó y paseó por la pequeña cabina de la noria en la cual
estaba encerrado. Aquello se estaba convirtiendo en un monologo en el que, si
ella no decía algo pronto y se dejaba llevar demasiado, acabaría diciendo más
cosas de las necesarias.
Se pasó las manos por los rizos, pensando que decir para que ella le
contestase ni que fuera una simple palabra. Se había llamado capullo e
insensible y no le había dado ni la razón. ¿¡Qué más quería!? Suspiró.
- Sé también que no tiene mucho sentido
que venga, precisamente ahora, a pedirte perdón y pienso que no me crees cuando
te digo que me importas lo suficiente como para montarme en una noria contigo
por sorpresa, aún corriendo el riesgo de que no me hagas caso…
Jodie cambió de posición y siguió mirando por la ventana, como si
aquello no fuera con ella. El chico desvió su mirada hacia el oscuro cielo de
Londres. Estaba claro que necesitaba más que todo aquello para hacerla hablar y
aunque no quería recurrir al tema estrella de la última semana… era su única
opción en aquel momento.
- No tengo derecho a encerrarte aquí para
pedirte perdón y menos cuando tú estás intentando empezar algo con Eddie. –
Suspiró. Ya está, ya lo había dicho.
Ella se sobresaltó al escuchar el nombre del pelirrojo en los labios
de Harry. ¿¡Cómo narices se había enterado!? Lo que menos quería era que él lo
supiera porque supuestamente estaba intentando olvidarle.
Se levantó del banco rápidamente y le miró.
- ¿Cómo sabes eso? – preguntó ella en un
susurro. Harry sonrió satisfecho.
- Eso no importa ahora. Lo que importa es
que… estoy intentando arreglar lo que hice.
- No hay nada que arreglar. Lo dejaste
todo bien claro con lo que dijiste y yo, supongo que, también con la hostia que
te dí aquel día.
Harry se posó la mano en la cara, recordando el momento en que ella le
había pegado. Parecía que volvía a notar el dolor, como si le hubiera vuelto a
pegar. Se giró y se quedó de espaldas a ella, mirando hacia el vacío.
- Pero… - añadió ella aún susurrando. – Si
te interesa saberlo… Eddie y yo no tenemos nada serio. No somos novios, ni nada
por el estilo.
Jodie no tenía ni idea de porqué le había dicho aquello, quizá una
parte de ella deseaba que sí que le importara y necesitaba aclarárselo.
- Pérdoname, Jodie, por favor. – le
suplicó él mirándola de nuevo. – No quise decir aquello cuando fui a verte a tu
casa, de verdad. No sé que me pasó… estaba nervioso y tenía mucha presión
encima, ya sabes como es Caroline. Justo venía de verla… y bueno… ella no
quiere que tenga mucho trato contigo.
- Ella no quiere que tengas trato con
nadie. – le cortó la pequeña.
- Quizá es algo posesiva… - accedió Harry
a lo que ella enarcó una ceja. – Bueno, bastante. Pero eso no viene al caso… La
cosa es que yo dije algo que no sentía de verdad.
- Ah, o sea, que ahora… no eres tan inalcanzable
como lo eras antes de conocerte, ¿no?
Jodie repitió aquella frase con recelo y rabia. Esa era frase, por la
cual él le estaba pidiendo perdón, que jamás debería haber sido dicha y que,
sin embargo, salió disparado, como un misil, de la boca del chico de rizos.
- Mira Jodie…
Harry se acercó a ella y la miró a los ojos. Le acarició suavamente la
mejilla, sin decir ni una palabra, disfrutando de la sensación de tenerla tan
cerca, otra vez. Se sintió bien. Por una vez, se sintió bien. Suspiró porque no
quería hacerle más daño del que ya le había dicho.
- Como ya he dicho fui un capullo y sigo
siéndolo… no creo que eso cambie nunca, no se tratar a la gente como se merece
y eso es un hecho. Y por eso te pido perdón… porque me pasé y porqué no te he
tratado como te mereces.
Jodie abrió la boca para replicarle algo pero él no la dejó hablar. Le
apartó un tímido mechón que caía libremente y se lo colocó detrás de la oreja.
- No puedo pedirte que dejes a Eddie, si
es que estáis juntos, al igual que no puedo impedir que hagas tu vida con
cualquier otra persona… no puedo hacerlo porque no puedo asegurarte que vaya a
dejarlo todo por ti. Me gustaría, creéme que sí, todo sería mucho más fácil y
sé que así se acabarían los sufrimientos… pero no puedo hacerlo. Así que sólo
te pido que me perdones y espero que lo hagas, por favor.
Las palabras resonaron en la cabeza de Jodie como un eco profundo. Una
a una. Poco a poco. A ella también le encantaría que él lo dejara todo por
ella… pero, por desgracia, no iba a ser así.
- ¿Qué se supone que debo decirte ahora? –
susurró ella confundida. Harry sonrió dulcemente.
- Dime que me perdonas. Por favor…
- Supongamos que te perdono, después, ¿qué
pasará? ¿Tú correrás a los brazos de Caroline, otra vez, y yo… yo me quedaré en
las mismas?
- No sé lo que pasará luego, Jodie... –
dijo él con sinceridad. – Mi vida es como una carrera de atletismo, de esas en
las que se saltan vallas, y ahora estoy saltando esta… Luego ya saltaré las que
vengan.
Jodie no sabía que decir… Harry tenía razón, en parte, pero ella tenía
miedo de lo que pasara después. Obviamente, siempre estarían mejor si se
perdonaran pero las cosas seguirían como hasta entonces… cada uno por su lado y
como si nada.
Se miraron a los ojos, intensamente, durante unos segundos que
parecieron horas y finalmente él rompió el silencio, otra vez.
- Bueno… ¿me perdonas o no?
Ella se acercó al chico de rizos y se dejó envolver por los brazos de
este en un tierno abrazo. Apoyó la cabeza contra su pecho escondiendo algunas
tímidas lágrimas que salían sin poder evitarlo.
- Maldita sea Harry… - susurró ella. –
Claro que te perdono.
Harry sonrió contento por haber saltado una de las vallas aunque
estaba seguro que las que venían eran igual de difíciles o incluso más.
Besos, Mery, xx.