¡Holis queridas lecotras! Sé que esto no es un capítulo de YBWM y que lo esperáis ansiosas... pero desde que vi TIU he tenido muchos feelings sobre 1D y sobre Harry en especial. Y por una escena en concreto: Holmes Chapel, cuando Harry enseña el lugar donde se dio su primer beso. Desde entonces.... puede parecer tonto pero le fui dando vueltas a eso... y al final acabó saliendo este one shot que espero que os guste y que me deis vuestra opinión sobre él.
Y ahora sí... os dejo con él. Disfrutad mucho bonitas. <3
Ah, os recomiendo que escuchéis "Truly, Madly, Deeply" y "Don't Let Me Go" mientras lo leéis.
Bittersweet autumn.
Holmes
Chapel, noviembre de 2013.
El otoño había llegado para quedarse desde hacía un par de meses a todo el
hemisferio norte pero, parecía ser, que aquel año había venido especialmente
frío y cargado de sorpresas que nadie se esperaba.
Las calles estaban llenas de hojas de colores marrones, naranjas y verdes
apagados, que el viento movía a su antojo, arrastrándolas a placer de puerta en
puerta, y las pocas que aún no habían caído de los árboles temblaban ténuemente
como si supieran que su destino era caer y resignarse a dejar que el invierno
llegara. Aunque eso era lo que le daba encanto a aquel pequeño pueblo inglés.
Un día cualquiera de esta estación otoñal Mery Williams salía de su casa sin
un rumbo fijo, simplemente a dar un paseo, tapada hasta las cejas, con un gorro
y una bufanda de color marrón claro y una chaqueta un par de tonos más oscuros.
Caminaba por la acera con paso lento cuando se encontró un coche conocido en su
misma calle, a solo un par de metros de su casa, aparcado. Era el coche de los
Styles y para su sorpresa de él se bajaron dos figuras femeninas acompañadas de
una masculina. Una sonrisa se dibujó en su rostro, escondida bajo su bufanda. No
cabía duda de que las dos figuras femeninas eran Anne Twist y Gemma Styles,
madre e hija, pero… ¿quién sería aquella figura masculina que las acompañaba?
Era demasiado joven para ser el nuevo marido de la señora Cox, su apellido de
soltera, y no podía ser el hijo menor de la familia Styles, o eso creía ella.
Aunque tampoco iba mal encaminada ya que con el atareado trabajo del joven apenas
encontraba unos días libres para visitar a su familia. Sacudió la cabeza. Era
imposible que fuera Harry Styles. Seguramente sería algún primo de la familia o,
por qué no, algún conocido que venía a pasar un par de días a su casa.
-
¡Mery!
Gemma Styles la llamó en la distancia, con un grito de alegría, a lo que
ella la saludó con la mano mientras se aproximaba a su posición. La chica se
había quedado al lado del coche mientras su madre y el chico misterioso
descargaban un par de maletas del coche y las dejaban en la puerta.
-
¡Hola Gemma! ¿Cómo estás? – las dos jóvenes se fundieron
en un tierno abrazo.
-
Estoy perfectamente, muy feliz. ¿Y tú qué tal?
-
Tan bien, todo bien. – sonrió. - ¿A qué se debe tanta
felicidad?
-
¡Harry ha venido a pasar un par de semanas!
Vaya, al parece sí que era el menor de los Styles el que había bajado del
coche. Aquella notícia pilló a Mery totalmente desprevenida pero apenas tuvo
tiempo para reaccionar puesto que el susodicho se había colocado al lado de su
hermana, rodeándola con un brazo cariñosamente.
-
¡¿A qué es genial?! – continuó la chica emocionada.
-
Es genial, Gemma. – accedió y sonrió ampliamente. ¡Hasta
ella estaba encantada de que Harry hubiera vuelto a Holmes Chapel! – Bienvenido
a casa de nuevo, Harry.
-
Gracias, Mery. – el joven Styles le devolvió una sonrisa
torcida y le dedicó una intensa mirada. – Siempre es un placer volver a casa
depsués de tanto tiempo.
-
Espero que disfrutes de tus días de descanso. – él
asintió levemente y ella sonrió, por quinta vez en menos de cinco minutos. – Bueno…
me encantaría quedarme a hablar con vosotros pero tengo prisa, chicos. ¡Ya nos
veremos!
Gemma la despidió moviendo la mano suavemente ya que apenas podía deshacerse
del agarre de su hermano y Harry le dedicó otra sonrisa y un movimiento de
cabeza. Después de eso la chica siguió caminando sin tener aún ni la mínima
idea de a donde iba, simplemente dejando que sus pies la guiaran a cualquier
parte, mientras en su cabeza repasaba una y otra vez el encuentro inesperado
que acababa de ocurrir.
Al final Mery acabó sentada en la pequeña escalinata que daba a la
biblioteca del pueblo, en la cual se había pasado horas y horas estudiando como
una tonta para los miles de exámenes que había tenido durante su época de instituto.
Se acurrucó en su abrigo, sacó los cascos del bolsillo y se dispuso a escuchar
algo de música, le gustaba sentarse allí a observar la calle mientras pensaba
en sus cosas. Puso el reproductor de su teléfono móvil y le dio al play, arriesgándose
a que sonara la canción que al orden aleatorio le diera la gana. Y, al parecer,
el orden aleartorio se había aliado con el mundo ya que empezó a “Truly, Madly,
Deeply” de One Direction, en grupo en el que cantaba Harry Styles.
Cerró los ojos, mientras escuchaba la melodia y las cinco voces de aquellos
chicos, y en su cabeza se proyectaron miles de imagénes de su pasado que la
hicieron sonreír.
Ella y Harry se conocieron en secundaria, aunque siempre habían ido al
mismo colegio nunca tuvieron la oportunidad de hablar y conocerse hasta
entonces. El instituto les juntó en la misma clase y, al parecer, también en la
misma calle. Poco después de empezar el curso la familia de Harry se mudó a un
par de casas de la suya ya que estaba más cerca del instituto y así, tanto él,
como su hermana, podían ir caminando.
Harry siempre le había parecido un chico interesante y misterioso a la vez,
quizá por el hecho de que nunca habían hablado y la personalidad de éste era todo
un secreto para ella. Y no nos podemos olvidar de mencionar que a Mery siempre
le había parecido muy atractivo a pesar de que sólo tenían doce años cuando se
conocieron.
Los años de instituto fueron pasando y seguían sin hablarse más allá de lo
que sería una conversación cordial entre compañeros de clase hasta que un día
el destino les unió, más todavía. Tenían que hacer un trabajo para clase de inglés
por parejas y la profesora les puso juntos. Desde entonces todas las tardes, al
salir del colegio, quedaban en la biblioteca o en sus casas. Fue entonces
cuando pudieron conocerse bien mutuamente y algo parecido a una amistad surgió
entre ellos.
Y como suele ser normal a esas edades todo el mundo tiene sueños y aspiraciones
y Harry no paraba de hablar de lo mucho que le gustaba la música y de que
siempre había querido ser cantante, hasta tenía una pequeña banda con los del
colegio. Por su parte, Mery, se dedicaba a leer libros y a soñar con publicar
los suyos propios.
Un par de meses más tarde de entregar el trabajo de inglés, poco después de
la fiesta del decimocuarto cumpleaños de Harry, se dieron su primer beso. Al
cual le siguieron muchos más. Aunque ella nunca supo con certeza lo que aquello
había significado para el chico, lo cierto es que en su interior empezó a sentir
algo más fuerte por su vecino y amigo. Y sintió que toda su historia parecía sacada
de una película, la típica película que echaban todos los fines de semana en la
televisión, y tan solo tenían catorce años.
Pero cuando Harry cumplió los dieciséis decidió presentarse a una audición
para un concurso de televisión y le cogieron junto a otros cuatro chicos, a los
que pusieron juntos en una banda y se autodenominaron “One Direction”. A partir
de entonces Harry dejó de ir a Holmes Chapel, ya que casi no tenía tiempo para
otra cosa que no fuera su trabajo el cual era a escala mundial, y la relación
de ambos se enfrió. El chico tuvo otras relaciones y ella, por supuesto,
también, así que no quedaba otra cosa que resignarse a admitir que entre ellos
no quedaba nada y aceptar que la vida seguía.
La canción terminó y Mery sonrió mientras se quitaba los cascos. ¿Qué otra
cosa podía hacer? Le alegraba que, después de casi un año sin aparecer por
allí, un guapísimo Harry Styles de diecinueve años hubiera vuelto al pequeño
pueblo inglés aunque solo fuera a pasar dos semanas.
*
Habían pasado ya cinco días desde que Harry había llegado a Holmes Chapel y
le gustaba poder disfrutar de su familia y su casa, así que se pasó los cuatro
días intentando aprovechar cada momento. Pero también quería aprovechar la
soledad y tranquilidad de su pequeño pueblo para estar consigo mismo, pensar y
revivir recuerdos.
Así que una tarde cogió su gabardina y uno de sus sombreros de lana típicos
y se fue a estirar las piernas y a respirar el aire puro y frío de Holmes
Chapel. Tenía muy claro donde quería ir, así que no tardó mucho en apresurar el
paso para llegar a su destino: un prado verde, con unos cuantos árboles y un
riachuelo, con un aire demasiado bohemio. Era uno de sus sitios preferidos. Siempre lo había sido.
El joven recorrió el pueblo con nostalgia, recordando con una sonrisa en
los labios las miles de cosas vividas en esas calles, mientras tarareaba una de
sus canciones. Pensó en lo mucho que le había cambiado la vida en tres años y
llegó a la conclusión de que, a veces, echaba de menos ser ese chico sencillo
de Holmes Chapel.
Para llegar al prado cruzó el pequeño riachuelo por encima de las piedras, como solía hacer siempre, dando pequeños saltitos, y recordó como había cogido a Mery de la mano para que no se cayera las veces que la había llevado allí. Y al pisar el otro lado del río los recuerdos se hicieron más fuertes, más intensos, porque allí había vivido demasiados buenos momentos como, por ejemplo, su primer beso.
Para llegar al prado cruzó el pequeño riachuelo por encima de las piedras, como solía hacer siempre, dando pequeños saltitos, y recordó como había cogido a Mery de la mano para que no se cayera las veces que la había llevado allí. Y al pisar el otro lado del río los recuerdos se hicieron más fuertes, más intensos, porque allí había vivido demasiados buenos momentos como, por ejemplo, su primer beso.
Caminó con paso decidido por el prado aspirando el aroma a hierba, a campo, a flores, y no se le ocurrió otra cosa que tumbarse allí en medio y cerrar los ojos. Estuvo allí puede que cinco minutos, puede que incluso más, pero acabó levantándose para dirigirse al sitio donde habia querido ir desde hacía bastante, pero nunca había encontrado el momento para acercarse hasta allí. No era nada del otro mundo, solo un árbol que quedaba algo apartado del resto, pero era un lugar especial para él.
Mientras se aproximaba el corazón le latía más deprisa y no solo por los
recuerdos sino porque vio una silueta femenina sentada debajo del árbol, una silueta
que él reconocía muy bien. Mery estaba allí sentada con su cuaderno de notas
escribiendo lo que podría ser el inicio de otra historia, lo que podría ser el
best seller de su vida.
Harry aceleró el paso y en menos de dos minutos, y sin hacer ruido alguno, se plantó al lado de la chica quien estaba tan absorta en escribir que no había notado la presencia del chico.
Harry aceleró el paso y en menos de dos minutos, y sin hacer ruido alguno, se plantó al lado de la chica quien estaba tan absorta en escribir que no había notado la presencia del chico.
-
Parece ser que no soy el único al que le gusta venir
aquí.
Mery levantó la vista del cuaderno sobresaltada al escuchar su voz y pensó,
por unos segundos, que se lo había imaginado como otras tantas veces cuando
estaba debajo de ese árbol pero se obligó a recordarse a sí misma que aquella vez
era real. Harry había vuelto a Holmes Chapel, a aquel árbol, y era como si
nunca se hubiera marchado.
Cerró el cuaderno a toda prisa, dejándolo encima de sus piernas, casi
avergonzada porque él la hubiera visto escribiendo.
-
Parece que no. – contestó sonriendo.
El silencio se hizo entre ambos y el viento les revolvió el pelo, como si
les animara a juntarse después de tanto tiempo.
-
¿Puedo sentarme? – preguntó Harry.
-
Si al señorito no le importa poner su culo de famoso en el
suelo, pues adelante. – la voz de ella tenía un deje de rencor,
totalmente comprensible después de todo lo ocurrido entre ambos. Y aunque ella
se moría de ganas de tirarse a sus brazos, porque lo hacía, aún le dolía que él
se fuera a cumplir su sueño sin ella. Harry rodó los ojos y se sentó a su lado,
haciendo caso omiso del comentario hiriente de Mery.
-
¿Que escribías?
-
¿De verdad tienes tiempo para escuchar mis historias? –
volvió a decir ella alejando más el cuaderno de él. No podía decirle que estaba
escribiendo sobre él como una adolescente enamorada cuando intentaba hacerle
saber que estaba herida por su comportamiento.
-
Siempre he tenido tiempo para eso y lo sabes. – Su voz sonaba
calmada y eso la puso de los nervios y rodó los ojos, justo como lo había hecho
él antes.
-
¿Si? ¿Cuándo? ¿Cuándo estabas en Sidney? ¿O cuándo
estabas en Los Ángeles? ¡Espera! ¡No! ¡Fue en Tokyo! ¿A que sí? Anda ya, Harry…
El chico suspiró audiblemente y luego le siguió una respiración profunda. Se
dio cuenta de que a Mery le había afectado su partida, tanto que hasta sabía
todos los sitios donde había estado durante el último año. Pero aquella conversación
empezaba a alterarle y él no quería discutir. Había vuelto. Y no solo por su
familia, sino por ella también.
-
Mery, ya vale. Creo que estás siendo un poco dura conmigo
– susurró, por fin.
-
¿Dura? – ella le miró por primera vez a los ojos y Harry
notó que estaba dolida, y no la culpaba, él también lo estaba. – Te fuiste. –
se quedó en silencio unos segundos y volvió a repetir: - Te fuiste y me dejaste
sola.
-
Lo sé. – suspiró. – Pero cuando alguien se va no solo lo
pasa mal quien se queda, tenlo en cuenta.
Aquellas palabras la dejaron sin habla porque realmente nunca se había parado
a pensar como habría vivido Harry todo aquello. Ella dio por sentado que todo
era un camino de rosas para él, ella dio por sentado que él no sentía nada y
por tanto le fue fácil marcharse. Pero, quizá, no fue así.
Los pensamientos empezaron a inundar la mente de Mery y la idea de que
Harry hubiera pasado por lo que ella la abrumó tanto que se levantó corriendo,
alejándose de él, pasándose las manos por el pelo. Harry decidió quedarse allí,
observándola, sin decir nada más. Ya estaba todo dicho.
Se había comportado como una cría, sin pararse a pensar en los sentimientos
de Harry, y sin ni siquiera dejarle explicarse. Se sentía fatal y lo único que
quería era correr, correr mucho y alejarse de allí.
- Harry… yo… - balbuceó. – Lo siento. – dijo finalmente casi en un susurro. – He sido muy egoísta y solo he pensado en mi… lo siento, de veras.
- Harry… yo… - balbuceó. – Lo siento. – dijo finalmente casi en un susurro. – He sido muy egoísta y solo he pensado en mi… lo siento, de veras.
Esta vez sí, el joven Styles se levantó del suelo y se quedó de pie frente
a ella. Le cogió las manos con la cara y la olbigó a mirarlo a los ojos.
-
No pasa nada – susurrró. – No te culpo. Holmes Chapel es
pequeño y aburrido mientras que el mundo entero es mucho más grande y bastante
más entretenido.
El viento volvió a soplar, frío y juguetón, pero a ninguno de los dos les
importó. Tenían otras cosas más importantes en las que pensar, tenían asuntos
más importantes que arreglar.
-
Y a pesar de todas esas distracciones… no pude evitar
pensar en ti. Y en el daño que nos hice marchándome. – admitió él. Y entonces río
levemente. – Hasta escribí una canción. La primera que había escrito en toda mi
vida.
Ambos se habían separado unos centímetros pero la mano de Harry agarró la
de la chica con fuerza. Ella apenas tenía palabras y él quizá tenía demasiadas,
irónico cuando era ella la escritora y él el cantante.
-
No fue fácil escribirla, sinceramente. – prosiguió. Y
entonces sonrió orgulloso. – Puede que la hayas escuchado y sino… algún día te
la canto. Se llama “Don’t let me go”.
-
Yo nunca te dejé ir, Harry – susurró ella.
-
Nos resignamos a verme marchar, ambos. – admitió él. –
Pero ahora he vuelto. Y no solo por mi familia, si es lo que piensas. Había una
cosa que no podía hacer en ninguna otra parte del mundo, solo aquí.
-
¿Qué cosa?
-
Ven, conmigo.
Harry la cogió de la mano y la llevó hasta debajo del árbol, otra vez. No era la primera vez que se encontraban allí los dos solos y ambos esperaban que no fuera la última porque, a pesar de todo el sufrimiento, se querían.
Harry la cogió de la mano y la llevó hasta debajo del árbol, otra vez. No era la primera vez que se encontraban allí los dos solos y ambos esperaban que no fuera la última porque, a pesar de todo el sufrimiento, se querían.
Harry guió a Mery hasta que su espalda cochó contra el árbol, con suavidad,
y se apoyó encima de ella, apresándola con su cuerpo, apoyando su brazo en el
tronco del árbol, justo por encima de la cabeza de ella, tal y como lo había
hecho otras veces. El viento volvió a hacer de las suyas, haciéndoles
cosquillas, revolviéndoles el pelo y jugando con sus chaquetas. Ella cogió al
chico de la gabardina y lo acercó más, buscando su calor, a lo que él se dejó
hacer. Y entonces, como tantas otras
veces, Harry se agachó y buscó los labios de la chica. La besó con suavidad y
con urgencia a la vez, con necesidad y deseo pero también con ternura y
sensualidad. Ese beso que ambos habían retenido en sus labios durante tres
años, ese beso que era exactamente igual como el primero que se dieron.
-
Esto no podía hacerlo en ningún otro sitio que no fuese
aquí. – dijo él sonriendo sin alejarse de su boca.
Cheers and kisses,
Mery xx.
Cheers and kisses,
Mery xx.