9 sept 2013

Bittersweet autumn (One Shot).

¡Holis queridas lecotras! Sé que esto no es un capítulo de YBWM y que lo esperáis ansiosas... pero desde que vi TIU he tenido muchos feelings sobre 1D y sobre Harry en especial. Y por una escena en concreto: Holmes Chapel, cuando Harry enseña el lugar donde se dio su primer beso. Desde entonces.... puede parecer tonto pero le fui dando vueltas a eso... y al final acabó saliendo este one shot que espero que os guste y que me deis vuestra opinión sobre él. 
Y ahora sí... os dejo con él. Disfrutad mucho bonitas. <3
Ah, os recomiendo que escuchéis "Truly, Madly, Deeply" y "Don't Let Me Go" mientras lo leéis.  


Bittersweet autumn.

Holmes Chapel, noviembre de 2013.

El otoño había llegado para quedarse desde hacía un par de meses a todo el hemisferio norte pero, parecía ser, que aquel año había venido especialmente frío y cargado de sorpresas que nadie se esperaba.
Las calles estaban llenas de hojas de colores marrones, naranjas y verdes apagados, que el viento movía a su antojo, arrastrándolas a placer de puerta en puerta, y las pocas que aún no habían caído de los árboles temblaban ténuemente como si supieran que su destino era caer y resignarse a dejar que el invierno llegara. Aunque eso era lo que le daba encanto a aquel pequeño pueblo inglés.
Un día cualquiera de esta estación otoñal Mery Williams salía de su casa sin un rumbo fijo, simplemente a dar un paseo, tapada hasta las cejas, con un gorro y una bufanda de color marrón claro y una chaqueta un par de tonos más oscuros. Caminaba por la acera con paso lento cuando se encontró un coche conocido en su misma calle, a solo un par de metros de su casa, aparcado. Era el coche de los Styles y para su sorpresa de él se bajaron dos figuras femeninas acompañadas de una masculina. Una sonrisa se dibujó en su rostro, escondida bajo su bufanda. No cabía duda de que las dos figuras femeninas eran Anne Twist y Gemma Styles, madre e hija, pero… ¿quién sería aquella figura masculina que las acompañaba? Era demasiado joven para ser el nuevo marido de la señora Cox, su apellido de soltera, y no podía ser el hijo menor de la familia Styles, o eso creía ella. Aunque tampoco iba mal encaminada ya que con el atareado trabajo del joven apenas encontraba unos días libres para visitar a su familia. Sacudió la cabeza. Era imposible que fuera Harry Styles. Seguramente sería algún primo de la familia o, por qué no, algún conocido que venía a pasar un par de días a su casa.

            -       ¡Mery!

Gemma Styles la llamó en la distancia, con un grito de alegría, a lo que ella la saludó con la mano mientras se aproximaba a su posición. La chica se había quedado al lado del coche mientras su madre y el chico misterioso descargaban un par de maletas del coche y las dejaban en la puerta.

            -       ¡Hola Gemma! ¿Cómo estás? – las dos jóvenes se fundieron en un tierno abrazo.
            -       Estoy perfectamente, muy feliz. ¿Y tú qué tal?
            -       Tan bien, todo bien. – sonrió. - ¿A qué se debe tanta felicidad?
            -       ¡Harry ha venido a pasar un par de semanas!

Vaya, al parece sí que era el menor de los Styles el que había bajado del coche. Aquella notícia pilló a Mery totalmente desprevenida pero apenas tuvo tiempo para reaccionar puesto que el susodicho se había colocado al lado de su hermana, rodeándola con un brazo cariñosamente.

            -       ¡¿A qué es genial?! – continuó la chica emocionada.
            -       Es genial, Gemma. – accedió y sonrió ampliamente. ¡Hasta ella estaba encantada de que Harry hubiera vuelto a Holmes Chapel! – Bienvenido a casa de nuevo, Harry.
            -       Gracias, Mery. – el joven Styles le devolvió una sonrisa torcida y le dedicó una intensa mirada. – Siempre es un placer volver a casa depsués de tanto tiempo.
            -       Espero que disfrutes de tus días de descanso. – él asintió levemente y ella sonrió, por quinta vez en menos de cinco minutos. – Bueno… me encantaría quedarme a hablar con vosotros pero tengo prisa, chicos. ¡Ya nos veremos!

Gemma la despidió moviendo la mano suavemente ya que apenas podía deshacerse del agarre de su hermano y Harry le dedicó otra sonrisa y un movimiento de cabeza. Después de eso la chica siguió caminando sin tener aún ni la mínima idea de a donde iba, simplemente dejando que sus pies la guiaran a cualquier parte, mientras en su cabeza repasaba una y otra vez el encuentro inesperado que acababa de ocurrir.

Al final Mery acabó sentada en la pequeña escalinata que daba a la biblioteca del pueblo, en la cual se había pasado horas y horas estudiando como una tonta para los miles de exámenes que había tenido durante su época de instituto. Se acurrucó en su abrigo, sacó los cascos del bolsillo y se dispuso a escuchar algo de música, le gustaba sentarse allí a observar la calle mientras pensaba en sus cosas. Puso el reproductor de su teléfono móvil y le dio al play, arriesgándose a que sonara la canción que al orden aleatorio le diera la gana. Y, al parecer, el orden aleartorio se había aliado con el mundo ya que empezó a “Truly, Madly, Deeply” de One Direction, en grupo en el que cantaba Harry Styles.

Cerró los ojos, mientras escuchaba la melodia y las cinco voces de aquellos chicos, y en su cabeza se proyectaron miles de imagénes de su pasado que la hicieron sonreír.

Ella y Harry se conocieron en secundaria, aunque siempre habían ido al mismo colegio nunca tuvieron la oportunidad de hablar y conocerse hasta entonces. El instituto les juntó en la misma clase y, al parecer, también en la misma calle. Poco después de empezar el curso la familia de Harry se mudó a un par de casas de la suya ya que estaba más cerca del instituto y así, tanto él, como su hermana, podían ir caminando.
Harry siempre le había parecido un chico interesante y misterioso a la vez, quizá por el hecho de que nunca habían hablado y la personalidad de éste era todo un secreto para ella. Y no nos podemos olvidar de mencionar que a Mery siempre le había parecido muy atractivo a pesar de que sólo tenían doce años cuando se conocieron.

Los años de instituto fueron pasando y seguían sin hablarse más allá de lo que sería una conversación cordial entre compañeros de clase hasta que un día el destino les unió, más todavía. Tenían que hacer un trabajo para clase de inglés por parejas y la profesora les puso juntos. Desde entonces todas las tardes, al salir del colegio, quedaban en la biblioteca o en sus casas. Fue entonces cuando pudieron conocerse bien mutuamente y algo parecido a una amistad surgió entre ellos.

Y como suele ser normal a esas edades todo el mundo tiene sueños y aspiraciones y Harry no paraba de hablar de lo mucho que le gustaba la música y de que siempre había querido ser cantante, hasta tenía una pequeña banda con los del colegio. Por su parte, Mery, se dedicaba a leer libros y a soñar con publicar los suyos propios.

Un par de meses más tarde de entregar el trabajo de inglés, poco después de la fiesta del decimocuarto cumpleaños de Harry, se dieron su primer beso. Al cual le siguieron muchos más. Aunque ella nunca supo con certeza lo que aquello había significado para el chico, lo cierto es que en su interior empezó a sentir algo más fuerte por su vecino y amigo. Y sintió que toda su historia parecía sacada de una película, la típica película que echaban todos los fines de semana en la televisión, y tan solo tenían catorce años.

Pero cuando Harry cumplió los dieciséis decidió presentarse a una audición para un concurso de televisión y le cogieron junto a otros cuatro chicos, a los que pusieron juntos en una banda y se autodenominaron “One Direction”. A partir de entonces Harry dejó de ir a Holmes Chapel, ya que casi no tenía tiempo para otra cosa que no fuera su trabajo el cual era a escala mundial, y la relación de ambos se enfrió. El chico tuvo otras relaciones y ella, por supuesto, también, así que no quedaba otra cosa que resignarse a admitir que entre ellos no quedaba nada y aceptar que la vida seguía.

La canción terminó y Mery sonrió mientras se quitaba los cascos. ¿Qué otra cosa podía hacer? Le alegraba que, después de casi un año sin aparecer por allí, un guapísimo Harry Styles de diecinueve años hubiera vuelto al pequeño pueblo inglés aunque solo fuera a pasar dos semanas.

*

Habían pasado ya cinco días desde que Harry había llegado a Holmes Chapel y le gustaba poder disfrutar de su familia y su casa, así que se pasó los cuatro días intentando aprovechar cada momento. Pero también quería aprovechar la soledad y tranquilidad de su pequeño pueblo para estar consigo mismo, pensar y revivir recuerdos.

Así que una tarde cogió su gabardina y uno de sus sombreros de lana típicos y se fue a estirar las piernas y a respirar el aire puro y frío de Holmes Chapel. Tenía muy claro donde quería ir, así que no tardó mucho en apresurar el paso para llegar a su destino: un prado verde, con unos cuantos árboles y un riachuelo, con un aire demasiado bohemio. Era uno de  sus sitios preferidos. Siempre lo había sido.

El joven recorrió el pueblo con nostalgia, recordando con una sonrisa en los labios las miles de cosas vividas en esas calles, mientras tarareaba una de sus canciones. Pensó en lo mucho que le había cambiado la vida en tres años y llegó a la conclusión de que, a veces, echaba de menos ser ese chico sencillo de Holmes Chapel.

Para llegar al prado cruzó el pequeño riachuelo por encima de las piedras, como solía hacer siempre, dando pequeños saltitos, y recordó como había cogido a Mery de la mano para que no se cayera las veces que la había llevado allí. Y al pisar el otro lado del río los recuerdos se hicieron más fuertes, más intensos, porque allí había vivido demasiados buenos momentos como, por ejemplo, su primer beso.

Caminó con paso decidido por el prado aspirando el aroma a hierba, a campo, a flores, y no se le ocurrió otra cosa que tumbarse allí en medio y cerrar los ojos. Estuvo allí puede que cinco minutos, puede que incluso más, pero acabó levantándose para dirigirse al sitio donde habia querido ir desde hacía bastante, pero nunca había encontrado el momento para acercarse hasta allí. No era nada del otro mundo, solo un árbol que quedaba algo apartado del resto, pero era un lugar especial para él.

Mientras se aproximaba el corazón le latía más deprisa y no solo por los recuerdos sino porque vio una silueta femenina sentada debajo del árbol, una silueta que él reconocía muy bien. Mery estaba allí sentada con su cuaderno de notas escribiendo lo que podría ser el inicio de otra historia, lo que podría ser el best seller de su vida.

Harry aceleró el paso y en menos de dos minutos, y sin hacer ruido alguno, se plantó al lado de la chica quien estaba tan absorta en escribir que no había notado la presencia del chico.

            -       Parece ser que no soy el único al que le gusta venir aquí.

Mery levantó la vista del cuaderno sobresaltada al escuchar su voz y pensó, por unos segundos, que se lo había imaginado como otras tantas veces cuando estaba debajo de ese árbol pero se obligó a recordarse a sí misma que aquella vez era real. Harry había vuelto a Holmes Chapel, a aquel árbol, y era como si nunca se hubiera marchado.

Cerró el cuaderno a toda prisa, dejándolo encima de sus piernas, casi avergonzada porque él la hubiera visto escribiendo.

            -       Parece que no. – contestó sonriendo.   

El silencio se hizo entre ambos y el viento les revolvió el pelo, como si les animara a juntarse después de tanto tiempo.

            -       ¿Puedo sentarme? – preguntó Harry.
            -       Si al señorito no le importa poner su culo de famoso en el suelo, pues adelante. – la voz de ella tenía un deje de rencor, totalmente comprensible después de todo lo ocurrido entre ambos. Y aunque ella se moría de ganas de tirarse a sus brazos, porque lo hacía, aún le dolía que él se fuera a cumplir su sueño sin ella. Harry rodó los ojos y se sentó a su lado, haciendo caso omiso del comentario hiriente de Mery.  
            -       ¿Que escribías?
            -       ¿De verdad tienes tiempo para escuchar mis historias? – volvió a decir ella alejando más el cuaderno de él. No podía decirle que estaba escribiendo sobre él como una adolescente enamorada cuando intentaba hacerle saber que estaba herida por su comportamiento.  
            -       Siempre he tenido tiempo para eso y lo sabes. – Su voz sonaba calmada y eso la puso de los nervios y rodó los ojos, justo como lo había hecho él antes.
            -       ¿Si? ¿Cuándo? ¿Cuándo estabas en Sidney? ¿O cuándo estabas en Los Ángeles? ¡Espera! ¡No! ¡Fue en Tokyo! ¿A que sí? Anda ya, Harry…  

El chico suspiró audiblemente y luego le siguió una respiración profunda. Se dio cuenta de que a Mery le había afectado su partida, tanto que hasta sabía todos los sitios donde había estado durante el último año. Pero aquella conversación empezaba a alterarle y él no quería discutir. Había vuelto. Y no solo por su familia, sino por ella también.

            -       Mery, ya vale. Creo que estás siendo un poco dura conmigo – susurró, por fin.
            -       ¿Dura? – ella le miró por primera vez a los ojos y Harry notó que estaba dolida, y no la culpaba, él también lo estaba. – Te fuiste. – se quedó en silencio unos segundos y volvió a repetir: - Te fuiste y me dejaste sola.
            -       Lo sé. – suspiró. – Pero cuando alguien se va no solo lo pasa mal quien se queda, tenlo en cuenta.

Aquellas palabras la dejaron sin habla porque realmente nunca se había parado a pensar como habría vivido Harry todo aquello. Ella dio por sentado que todo era un camino de rosas para él, ella dio por sentado que él no sentía nada y por tanto le fue fácil marcharse. Pero, quizá, no fue así.

Los pensamientos empezaron a inundar la mente de Mery y la idea de que Harry hubiera pasado por lo que ella la abrumó tanto que se levantó corriendo, alejándose de él, pasándose las manos por el pelo. Harry decidió quedarse allí, observándola, sin decir nada más. Ya estaba todo dicho.

Se había comportado como una cría, sin pararse a pensar en los sentimientos de Harry, y sin ni siquiera dejarle explicarse. Se sentía fatal y lo único que quería era correr, correr mucho y alejarse de allí.

            -       Harry… yo… - balbuceó. – Lo siento. – dijo finalmente casi en un susurro. – He sido muy egoísta y solo he pensado en mi… lo siento, de veras.

Esta vez sí, el joven Styles se levantó del suelo y se quedó de pie frente a ella. Le cogió las manos con la cara y la olbigó a mirarlo a los ojos.

            -       No pasa nada – susurrró. – No te culpo. Holmes Chapel es pequeño y aburrido mientras que el mundo entero es mucho más grande y bastante más entretenido.

El viento volvió a soplar, frío y juguetón, pero a ninguno de los dos les importó. Tenían otras cosas más importantes en las que pensar, tenían asuntos más importantes que arreglar.

            -       Y a pesar de todas esas distracciones… no pude evitar pensar en ti. Y en el daño que nos hice marchándome. – admitió él. Y entonces río levemente. – Hasta escribí una canción. La primera que había escrito en toda mi vida.

Ambos se habían separado unos centímetros pero la mano de Harry agarró la de la chica con fuerza. Ella apenas tenía palabras y él quizá tenía demasiadas, irónico cuando era ella la escritora y él el cantante.

            -       No fue fácil escribirla, sinceramente. – prosiguió. Y entonces sonrió orgulloso. – Puede que la hayas escuchado y sino… algún día te la canto. Se llama “Don’t let me go”.
            -       Yo nunca te dejé ir, Harry – susurró ella.
            -       Nos resignamos a verme marchar, ambos. – admitió él. – Pero ahora he vuelto. Y no solo por mi familia, si es lo que piensas. Había una cosa que no podía hacer en ninguna otra parte del mundo, solo aquí.
            -       ¿Qué cosa?
            -       Ven, conmigo.

Harry la cogió de la mano y la llevó hasta debajo del árbol, otra vez. No era la primera vez que se encontraban allí los dos solos y ambos esperaban que no fuera la última porque, a pesar de todo el sufrimiento, se querían.

Harry guió a Mery hasta que su espalda cochó contra el árbol, con suavidad, y se apoyó encima de ella, apresándola con su cuerpo, apoyando su brazo en el tronco del árbol, justo por encima de la cabeza de ella, tal y como lo había hecho otras veces. El viento volvió a hacer de las suyas, haciéndoles cosquillas, revolviéndoles el pelo y jugando con sus chaquetas. Ella cogió al chico de la gabardina y lo acercó más, buscando su calor, a lo que él se dejó hacer. Y entonces, como  tantas otras veces, Harry se agachó y buscó los labios de la chica. La besó con suavidad y con urgencia a la vez, con necesidad y deseo pero también con ternura y sensualidad. Ese beso que ambos habían retenido en sus labios durante tres años, ese beso que era exactamente igual como el primero que se dieron.

            -       Esto no podía hacerlo en ningún otro sitio que no fuese aquí. – dijo él sonriendo sin alejarse de su boca.


Cheers and kisses, 
Mery xx.

3 sept 2013

You Belong With Me: Capítulo cuarenta y ocho.

¿Sabéis qué? He llegado a la conclusión de que el día que quiera morir dejaré de subir capítulos. HAHAHAHAHAHAHAHA. Lo siento babies, de verdad. Y me jode tener que empezar cada entrada diciendo lo mismo (aunque no sé si esto os lo leéis o vais directas al capítulo). Pero es que... este mes de agosto ha sido un tanto accidentado para mí: empecé con unos días tristona, que se convirtieron en algo más grave, luego pillé anginas, después unos pinchazos en el pecho que resultaron ser ansiedad por lo de los días tristona... y ahora bueno, ya estoy mejor. Así que aquí me hallo.
Nada que decir a excepción de que lo siento y de que espero que os guste el capítulo :DDD <3

Capítulo cuarenta y ocho: Sin huellas no hay delito.
Liam bajó las escaleras de la casa con semblante serio y se internó en el comedor. Intentó ocultar su preocupación y actuar con normalidad pero no lo consiguió. Los otros tres chicos, al verle entrar, se tensaron en sus sitios esperando, impacientes, a que su amigo les contara lo sucedido. Lo que no sabían es que no tenía intención de contarles nada, porque no podía hacerlo, porque se lo había prometido a Niall. Ninguno dijo ni una palabra a pesar de que todos tenían muchas cosas que decirse. Demasiadas quizá. Liam se sentó en el sofá al lado de Harry y le puso una mano en la rodilla, como si quiera reconfortarlo de la hostia que aún no se había metido pero que sabía que iba a llegar. El pequeño le sonrió cansadamente, como asi simplemente quisiera entender lo que su amigo le quería decir a pesar de que no lo hacía. Cada uno tenía la cabeza llena de pensamientos diferentes que eran como ríos de agua, corriendo, sin parar, desbordándose y llegando al mar aunque no siempre era el mismo.

            -       ¿Cómo está Niall? - preguntó Louis.
            -       Más tranquilo.
            -       Eso es bueno. - la voz de Zayn resonó en el comedor.
            -       No os voy a contar lo que ha pasado. Así que no insistáis que os veo venir - advirtió Liam mirando a sus compañeros. Ellos hicieron una mueca.
            -       ¿Qué? ¿Por qué? - se quejó Harry.
            -       Por que no. Es una tontería. Ya se le pasará.
            -       ¿Ya se le pasará? Casi tira la pared, tío.
            -       Lo sé Louis, estaba allí.

El silencio se hizo entre los cuatro amigos, que seguían demasiado serios. Pero Liam era un chico de palabra que siempre cumplía lo que decía y si le había prometido a Niall no decirle nada a nadie así sería. Aunque los chicos le suplicaran y aunque le costara más de una bronca y más de dos con ellos. De repente Harry se levantó del sofá y todos le miraron. Él se encogió de hombros, no quería dar explicaciones, pero sabía que debía darlas porque sus amigos eran como eran.

            -       ¿Qué? - siseó.
            -       Voy a llamar a Jodie. Quiero invitarla a ella y a Sam a que vengan con nosotros a la gala de The X Factor.

Nada más decir esto el chico se metió la mano en el bolsillo y sacó su teléfono movil dispuesto a hacer una llamada a la chica en cuestión. La cara de los presentes fue de desconcierto y alegría a la vez. Si Harry quería que ellas estuvieran presentes, y todos sabían que Sam era una excusa para que fuera Jodie, significaba que las cosas entre ellos estaban bastante mejor.

            -       ¡Espera! - gritó Louis. Su amigo se giró en medio del salón, desconcertado.
            -       ¿Qué vas a hacer qué?
            -       Llamar a Jodie para invitarlas a venir con nosotros. - repitió más poco a poco para que Louis entendiera lo que había dicho.
            -       Ya, si te había entendido. - Harry enarcó una ceja y dio con la palma de la mano en la frente. ¡Este Louis nunca cambiaría! - ¿Eres consciente de que estás invitando a una chica a la que has besado, como mínimo un par de veces, a un programa que presenta tu novia?

Harry arrugó la frente. Mierda. No había pensado en eso. Observó las caras de sus amigos y vio en ellas alegría y preocupación. Torció el gesto. ¿Que se suponía que debía hacer? Quería pasar tiempo con Jodie y pensó que gracias a su condición de fan le gustaría ver todo lo que pasaba en un plató de televisión y demás.

            -       Soy consciente. - susurró.

Eso fue todo cuanto dijo antes de salir del comedor intentando buscar una solución a aquello.

*

A Adam se le había ocurrido una idea genial solo tenía un fallo: no sabía como ponerse en contacto con Jodie Simons y ella era la parte clave del plan. Chasqueó la lengua, fastidiado. Había pensado algo como perseguirla por la calle y secuestrarla, sería un secuestro totalmente inofensivo, solo quería hablar con ella, pero no le servía si quería que ella coperara en el plan. Reternerla en contra de su voluntad no le daría muchos puntos para que ella estuviera dispuesta a ayudarle. Así que esa idea la descartó rápidamente. Se le ocurrieron otras tantas más pero que también eran demasiado hostiles y no producirían en la chica el efecto esperado. Adam tenía un plan, tenía pruebas solidas, lo único que le faltaba era poder acercarse a Jodie lo suficiente para poder entablar una conversación civilizada y poderle contar el mayor secreto jamás revelado de Caroline Flack. Y en aquel momento mientras estaba en casa de su chica, justo en el momento en que sonó su teléfono, se le ocurrió la idea perfecta.

            -       ¡Caroline! Te suena el móvil. - anunció gritando.
            -       Cógelo tú, que voy a meterme en la ducha.

Adam se encogió de hombros y se dispuso a coger el teléfono. Sabía que el que llamara era Harry pero quería hablar con él y por eso no le dijo a Caroline quien era el autor de la llamada. Si ella lo hubiera sabido no habría dejado jamás que Adam contestara. Cuanto menos supieran el uno del otro mejor. El chico no se lo pensó más y descolgó el teléfono.

            -       ¿Si?
            -       Emh... ¿Caroline? - preguntó Harry al otro lado de la línea.
            -       No, no soy ella, obviamente - rió Adam. - Soy un compañero de trabajo.
            -       Ah. Aún estáis trabajando.
            -       Tú debes de ser Harry, ¿verdad? Su novio. - el pequeño sonrió, a pesar de que las cosas no funcionaran muy bien entre ellos últimamente le gustaba que reconocieran su relación.
            -       Así es. Soy yo. ¿Puedo hablar con ella?
            -       Lo siento Harry, está reunida con el productor. - Adam rodó los ojos. ¡Qué fácil le estaba resultando todo aquello! - ¿Quieres que le diga algo de tu parte?
            -       Bueno, creo que esto también puedo decírtelo a ti... - susurró el chico de rizos, no muy convencido. - Trabajas en el programa, así que quizá puedes ayudarme.
            -       Oh. Claro. ¿Qué puedo hacer por ti, Harry?
            -       Verás... los chicos y yo tenemos muy buena relación con unas fans y nos gustaría invitarlas a que vieran como es el programa y demás. No saldrían, pero se quedarían entre bambalinas y en el público. Les hace mucha ilusión... y quería preguntar si podrían venir.

Harry se mordió el labio a espera de una respuesta, nervioso. Por su lado Adam, sentado en el sofá de Caroline, sonrió. Se le acababa de presentar la oportunidad que necesitaba. Estaba seguro que esas fans eran Jodie Simon y sus amiguitas. Si el día de la gala, a pesar de que él tuviera que trabajar, podría encontrar un momento para acercarse a hablar con ellas y así llegar a su objetivo: Jodie. Una carcajada silenciosa se propició por su garganta y pensó en lo fácil que se lo estaba poniendo Harry. ¡Quién lo iba a decir!

            -       Lo que pides es un tanto complicado, Harry. - empezó a decir Adam. - Porque no puede entrar cualquiera a los estudios, ¿sabes? Por razones de seguridad más que nada. Y no por nosotros, sino por los concursantes o por celebridades como vosotros que vienen a formar parte del espectáculo...
            -       Ya, lo entiendo... emh.... ¿cómo te llamas?
            -       Eso no importa ahora. - rió él. - Pero creo que, siendo vosotros los que solicitáis traer invitadas y dada vuestra trayectoria en el programa y como grupo, podría hablar con los productores y hacer una excepción.
            -       ¿¡En serio!? - dijo Harry, emocionado y sonriendo. - ¡Eso sería fantástico!
            -       Ahora mismo, en cuanto de cuelgue, lo preguntaré y yo mismo te envío la respuesta desde este móvil mismo.
            -       ¡Muchísimas gracias, de verdad! - el pequeño estaba pletórico de alegría aunque lo que no había pensado era en la reacción de Caroline.
            -       De nada, Harry. Siempre es un placer ayudar. - Adam sonrió falsamente, a pesar de que su interlocutor no podía verle. - Nos vemos en la gala.
            -       Allí nos veremos y espero que tu respuesta sea afirmativa.

Después de aquello ambos colgaron sin decir nada más. Adam miró a su alrededor y escuchó el sonido del agua de la ducha caer. Perfecto. Con un poco de suerte le daría tiempo a esperar un poco para que su excusa de que debía preguntar si podían estar las chicas allí resultara creíble, enviarle el mensaje a Harry y luego borrarlo. Y Caroline no se habría dado cuenta de nada. Era un plan perfecto. Pasados siete minutos Adam le envío el esperado mensaje a Harry, algo sencillo, simplemente un "Afirmativo, pueden venir, esperemos que lo pasen bien. Nos vemos." Y después de eso, lo borró. Una cosa era obvia: eliminando las huellas no se podía probar el delito.

*

En otro lugar de Londres Sam se revolvía en su cama mirando una foto que guardaba muy bien, entre sus libros. La guardaba allí porque aquella foto era como un secreto para ella. Recordaba perfectamente el día que se hizo. Fue el día del concierto, aquel día en que las estrellas se alinearon a su favor, y al de sus amigas, para poder tener unos minutos a solas con One Direction. En esa foto salían ella y Zayn: él la cogía de la cintura y ella sonreía de oreja a oreja, demostrando que era uno de los momentos más felices de su vida. Volvió a sonreír de esa manera sin dejar de observar esos grandes ojos morenos que, de alguna manera, le devolvían la mirada.
En ese momento le llegó un mensaje. Miró la pantalla de su móvil y suspiró. Era Dylan. Abrió el mensaje con emoción pero también con resignación: “¿Que haces princesita? Espero que estés pensando mucho en mi. ¿Nos vemos esta noche?”. Sonrió sin poder evitarlo. Realmente, estaba convencida de que, con Dylan le había tocado la lotería. Era un amor de chico que la trataba como nadie lo había hecho nunca, a pesar de sus peleas y sus roces. Sam volvió a mirar la foto y suspiró. La mayoría de las peleas que tenían Dylan y ella eran precisamente por el chico que aparecía con ella en la foto.
Minutos después empezó a sonar su teléfono, otra vez, y Sam sabía que sería Dylan ya que no le había contestado al mensaje. Y no se equivocó. Rodó los ojos y contestó.

            -       Hey, ¿qué hay?
            -       ¿Estabas ocupada? – preguntó el chico, con un deje de rencor en su voz.
            -       Algo así. Me has pillado durmiendo – mintió ella.
            -       Vaya, siento despertarte entonces... – siseó Dylan. - ¿Todo bien?
            -       ¡Claro! ¿Qué iba a ir mal?
            -       No sé.
            -       Dylan, no empecemos. – ella rió para quitarle hierro al asunto y se levantó de la cama. – Estoy bien. Simplemente estaba durmiendo porque estaba cansada. ¿Y tú que tal?
            -       Bastante bien. Ha sido un día agotador, ya sabes como es la academia, pero eso es el pan de cada día.
            -       Ya. Y además tú te lo tomas todo muy  en serio...
            -       Para eso están las cosas, para tomárselas en serio.

Sam paseaba por su habitación con el teléfono en la oreja cuando el timbre de la puerta la sobresaltó. No esperaba ninguna visita así que no tenía ni idea de quien podía ser.

            -       ¿Quién llama? – preguntó Dylan.
            -       ¡Vaya oído, chico! – rió ella. – No sé quien es, voy a abrir la puerta. Seguramente sea mi madre ya que no está en casa, habrá salido a comprar o algo.
            -       Oh, salúdala de mi parte.
            -       Lo haré, no te preocupes.

La chica corrió hasta la puerta sin colgarle a su novio, que esperaba en silencio al otro lado de la línea, y la abrió. Allí, plantado en la puerta de su casa, se encontró a la última persona que esperaba encontrarse. Se quedó paralizada, con el teléfono aún pegado en la oreja, cuando sus ojos se encontraron con unos preciosos ojos morenos.

            -       Dylan, tengo que colgarte. – se apresuró a decir ella.
            -       ¿Qué? ¿Por qué?
            -       Una visita inesperada de un.... viejo amigo.

Zayn sonrió y se sacó las manos de los bolsillos mientras que ella colgó rapidamente, aún a sabiendas de que aquello le costaría otra pelea con Dylan, y se echó a sus brazos del chico moreno, como una niña pequeña.

            -       ¿Con que un viejo amigo, eh? – susurró él.
            -       ¿Qué querías que le dijera?   
            -       La verdad.
            -       No puede ni verte, y lo sabes.
            -       Ya pero tu sí – sonrió con suficiencia mientras se separaban. Y ella le hizo pasar a casa.
            -       ¿A qué se debe tu visita tan inesperada, Malik?
            -       Pasaba por aquí y quería verte. Es lo que hacen los amigos, ¿no?
            -       Ah. Que tú y yo... somos amigos.
            -       Eso parece.

Ambos rieron y pasaron al comedor del pequeño y acogedor piso de Sam dispuestos a pasar la tarde juntos, como amigos, y sin contarle ni una sola palabra de todo aquello a Dylan.  


Cheers and kisses, Mery!! xx