Decir también que no todos los capítulos vienen acompañados de canciones en las cuales me inspiré para escribirlos, y este es uno de ellos... Pero después de pensar mucho creo que una canción que le iría muy bien es esta;
Girls just wanna have fun - Miley Cyrus; cover; puesto que no es suya originalmente ( http://www.youtube.com/watch?v=tc42IKjHo34&feature=fvst )
Girls just wanna have fun - Miley Cyrus; cover; puesto que no es suya originalmente ( http://www.youtube.com/watch?v=tc42IKjHo34&feature=fvst )
Y dicho todo esto... os dejo con el segundo capítulo; espero que os guste.
Capítulo dos; Felicidad efímera.
No muy lejos de allí caminando por la calle, nerviosas, y cargadas con cosas se encontraban un tres chicas que a juzgar por sus sonrisas no les importaba ir tan cargadas, y mucho menos les importaba tener que recorrerse casi media ciudad para ir hacia el que sería su paraíso en tan sólo unas horas.
Dos de ellas tenían dieciocho años, y la otra tenía dieciséis aunque le faltaba muy poco para poder celebrar su cumpleaños número diecisiete. Samanta, más conocida como Sam, era la más mayor tan sólo por unos meses. Era rubia y tenía los ojos de color miel. Era sincera, divertida, alocada, y graciosa. Muy romántica pero no creía en aquello de que el amor dura para siempre. El amor dura lo que dura, y se gasta de tanto usarlo. O al menos eso pensaba ella. Le gustaba mucho salir de fiesta y disfrutar de tardes, y noches, interminables con sus amigas. Su lista de amoríos y ligues era bastante larga porque, al parecer, a la rubia el amor le dura bastante poco. Quién sabe si algún día el amor decide quedarse un ratito más… Por el momento nunca se había quedado.
Le seguía muy de cerca con dieciocho años Naomi una joven encantadora de pelo rizado y castaño, y los ojos de color verde. Llevaba dos piercings uno en la nariz y otro en el labio. Tocaba la guitarra, y dedicaba su tiempo libre al teatro. Le encanta ver series de televisión y realities sobre música. También era una romántica empedernida, las tres lo eran, pero cada una lo llevaba a su manera. Pero al contrario que Sam sí que creía en el amor duradero, y en aquello de los príncipes azules pero de momento el suyo no había aparecido. O puede que sí, pero todo aquello era una locura con mayúsculas. Le gustaba vestirse con ropa cómoda y normalmente siempre llevaba sudaderas y tejanos.
Y por último la más pequeña de aquellas tres inseparables amigas, Jodie. Estaba demasiado emocionada porque dentro de poco tendría dieciocho años, pero quizá estuviera más emocionada por aquel maravilloso regalo adelantado de cumpleaños. Tenía el pelo castaño claro casi rubio oscuro, y los ojos de un verde bastante peculiar. Le gustaba la moda, la escritura, y los buenos libros. Al igual que Naomi y Sam, las tres compartían esa pasión por la lectura, y eso las unía más. Una de sus ilusiones era viajar a Roma, y a Texas. Adoraba los niños, le encantaban, y podía pasarse horas y horas cuidando de su prima pequeña. Era sencilla, amigable, y buena. Además de ser una romántica, como todas las demás. Ella si había creído, en algún momento de su vida, en los príncipes azules pero ahora estaba segura de que se habían extinguido. Tal vez solo quedara uno en toda la faz de la tierra, y lo iba a ver aquella misma noche. A él, su pequeño príncipe azul de un cuento que no se cumplirá.
-Jodie… -la llamó Sam.
-Dime – respondió sonriente.
-¿Estás nerviosa?
-En poco. – admitió. Sam levantó la ceja puesto que no se creía aquella respuesta. – Vale, tienes razón… no es creíble que esté sólo “un poco nerviosa”…. Estoy muy muy nerviosa.
-Es normal. – opinó Naomi. – Va a ser una noche genial.
-Más que genial – concluyó Sam.
-Dime – respondió sonriente.
-¿Estás nerviosa?
-En poco. – admitió. Sam levantó la ceja puesto que no se creía aquella respuesta. – Vale, tienes razón… no es creíble que esté sólo “un poco nerviosa”…. Estoy muy muy nerviosa.
-Es normal. – opinó Naomi. – Va a ser una noche genial.
-Más que genial – concluyó Sam.
Las tres siguieron caminando y riendo todo lo que quedaba de camino, que no era mucho. Pasados unos veinte minutos se encontraban haciendo cola en la entrada del estadio donde los chicos estaban descansando en el camerino. Quizá a unos cincuenta metros de aquellas chicas que no dejaban de parlotear de ellos y sus canciones. Se sentaron en el suelo, no sin antes contar cuantas chicas tenían delante suyo; treinta y dos. Tampoco eran tantas. Con un poco de suerte tendrían primera fila, y si no era posible siempre les quedaría la segunda fila que, al fin y al cabo, no estaba nada mal. Pero para aquello aun quedaban como mínimo dos horas, dos largas horas que tendrían que pasar como pudieran. Por eso Sam sacó su móvil que, afortunadamente, tenía conexión a internet y se pusieron a mirar cosas.
Mientras cotilleaban las distintas redes sociales encontraron una publicación de los chicos hecha desde su camerino, no muy lejos de allí. Era una foto de la ropa que iban a llevar aquella noche acompañada del siguiente texto “¿A qué vamos a ir muuuuuuuuuy guapos esta noche? Seguro que todas vosotras también. ¡Nos vemos luego, x!”. Y para acabar aquel comentario una carita sonriente cortesía de Niall Horan. Se apresuraron a contestar de parte de las tres y les dijeron lo mucho que les gustaba aquella ropa, y que estaban ansiosas por el concierto. Ellas no lo sabían pero los chicos vieron el comentario, y sonrieron todos. Además de mantener una charla sobre la foto de perfil de Sam en la que aparecían las tres chicas. Pero eso era algo que, probablemente, nunca sabrían y que se quedaría entre aquellos cinco chicos.
-Qué guapo va a ir Louis esta noche… -suspiró Naomi sin dejar de mirar la foto.
-Va a ir como siempre, con su estilo tan típico de marinerito – sonrió Sam. – Le queda genial.
-¿Y habéis visto la americana de Harry? Le quedará de muerte con esos pantalones de color claro.
-A Harry, según tu, todo le queda de muerte – la chinchó Sam.
-¿Acaso no es cierto? – replicó sacando la lengua la más pequeña.
-No.
-Eres una mentirosa Sam.
-Haya paz, chicas. – intervino Naomi. – Todos van a ir muy guapos, y punto.
-Pero Zayn el que más – dijo deprisa Sam.
-Va a ir como siempre, con su estilo tan típico de marinerito – sonrió Sam. – Le queda genial.
-¿Y habéis visto la americana de Harry? Le quedará de muerte con esos pantalones de color claro.
-A Harry, según tu, todo le queda de muerte – la chinchó Sam.
-¿Acaso no es cierto? – replicó sacando la lengua la más pequeña.
-No.
-Eres una mentirosa Sam.
-Haya paz, chicas. – intervino Naomi. – Todos van a ir muy guapos, y punto.
-Pero Zayn el que más – dijo deprisa Sam.
Aquella chica no tenía remedio y sus amigas lo sabían, por tanto rieron y siguieron hablando ignorando por completo el último comentario de Sam.
El tiempo en aquella larga cola se hacía largo, demasiado largo, y pesado pero todo aquello luego tendría una recompensa; el mejor concierto al que hayan asistido nunca. Lo peor de los conciertos eran siempre las horas de espera previas, cierto era que siempre acababan riendo y cantando, eran demasiado eternas y llenas de nervios. Pero algo inesperado pasó aquella tarde a las puertas del recinto. La música inundó todo el lugar, y se escucharon cinco voces cantar. Las pruebas de sonido de One Direction. Todas las chicas empezaron a gritar escandalizadas, y el ambiente se tornó festivo. Sam, Jodie y Naomi junto a otros cientos de chicas bailaron, cantaron, y disfrutaron aquella prueba de sonido. Aquello fue como cuando en el supermercado te dan un trozo de queso de una marca buenísima para que lo pruebes y al final lo compres. Qué más quisieran ellas que poder comprar aquel queso de la más perfecta de las marcas, pero por desgracia aquello no era posible. Pero con verles ya tenían más que suficiente.
Poco después de las pruebas de sonido los porteros fueron picando una a una las entradas de todas las fans en grupos de diez. Ellas estaban en el cuarto grupo. Fueron avanzando poco a poco por la cola y en unos diez minutos estaban delante de la puerta esperando a que los porteros les dieran el paso. Estaban decididas a correr todo lo que pudieran más. Echaron un vistazo rápido a través de las puertas las chicas se habían concentrado todas en el lado derecho, y en el lado izquierdo estaba todo totalmente libre. Si corrían, podrían tener primera fila. Lo tenían que conseguir. Se colocaron bien sus mochilas, y se prepararon para correr.
-El siguiente grupo; del treinta al cuarenta. ¿Estáis listas? – preguntó el portero que se interponía entre ellas y el interior del estadio.
La respuesta de aquellas chicas fue un sí rotundo dicho a gritos. El portero sonrió ante la felicidad que ellas mostraban. Felicidad efímera, que es posible que les durara hasta el final del concierto, o puede que un par de semanas después. Pero al fin y al cabo; felicidad. El portero se apartó con cuidado dejando ver todo el interior del recinto, pero sus instrucciones habían sido de no pasar hasta que el diera la señal y ellas, obedientes por una vez en su vida, hicieron caso.
-Pasarlo bien chicas – dijo casi a modo de despedida. – Ya podéis entrar.
Fue entonces cuando todas aquellas diez chicas entraron rápidas como una tormenta de rayos. Nuestras tres amigas empezaron a correr como si su alma estuviera poseída por un corredor de los cien metros lisos. Después de una fatigadora carrera allí se encontraban, en primera fila, sonrientes. Mientras recobraban su respiración normal, y sus pulsaciones bajaban hacia su estado habitual, las chicas calcularon el tiempo que quedaba para que empezara. Y no iban mal encaminadas; quedaba aproximadamente una media hora, quizá un poco más, para que empezara el concierto.
Una vez instaladas en el que sería su sitio durante lo que quedaba de noche empezaron a sacar cosas de sus mochilas; cuatro pancartas, y las tres cámaras. Dentro de aquellas mochilas aún quedaban tres copias del CD de aquellos chicos llamado “Up all night”, compradas el primer día que salieron al mercado, y rotuladores permanentes. ¿Para qué? Pues para que si la suerte les sonreía aquel día pudiera obtener un autógrafo de aquellos maravillosos chicos; un autógrafo de One Direction. Para ellas era un sueño estar allí, y la verdad es que se sentían muy afortunadas de poder estar en primera fila. Aunque cierto era, y todas lo sabían, que esperaban que los duendecillos dorados de la suerte se hubieran obsesionado con ellas ni que fuera sólo por una noche.
-¿Nos esperaremos al final del concierto para ver si pueden salir a firmar? – preguntó Jodie.
-¡Pues claro! – respondió Naomi sin pensárselo.
-La duda ofende – añadió la rubia.
-Sólo preguntaba… - se justificó la pequeña sonriendo. Estaba contenta.
-¿En qué orden creéis que cantaran las canciones? – cambió de tema radicalmente Sam.
-Yo creo que la primera será algo con ritmo, puede que sea “Everything about you” o “Stand Up” – opinó Naomi.
-Es posible. Pero yo creo que cantaran “Up all night” la primera – añadió Jodie.
-Yo no tengo ni idea… ojalá pudiera leerles las mentes. – rió Sam.
-¡Ojalá pudiéramos hacer eso todas! – exclamaron Naomi y Jodie a la vez.
-¡Pues claro! – respondió Naomi sin pensárselo.
-La duda ofende – añadió la rubia.
-Sólo preguntaba… - se justificó la pequeña sonriendo. Estaba contenta.
-¿En qué orden creéis que cantaran las canciones? – cambió de tema radicalmente Sam.
-Yo creo que la primera será algo con ritmo, puede que sea “Everything about you” o “Stand Up” – opinó Naomi.
-Es posible. Pero yo creo que cantaran “Up all night” la primera – añadió Jodie.
-Yo no tengo ni idea… ojalá pudiera leerles las mentes. – rió Sam.
-¡Ojalá pudiéramos hacer eso todas! – exclamaron Naomi y Jodie a la vez.
Las tres amigas rieron y se quedaron allí en la primera fila, las tres juntas, esperando a que empezara la que sería la noche más mágica de toda su vida.
Un beso muy fuerte;
Mery Da Font.
