21 mar 2012

You belong with me; Capítulo catorce.

Bueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeno... sé que he tardado mucho en subir... algún día de estos me mataréis... lo siento mucho de verdad, pero es que estoy super liada con el cole y tal... y no tengo tiempo.
Pero bueno la espera ha merecido la pena, aquí tenéis el capítulo catorce, espero que os guste mucho y esas cosas <3 Este capítulo no tiene canción ni nada porqué no encontré ninguna que fuera adecuada, aunque si lo pensáis bien cualquiera de Taylor Swift de estas románticas en plan; Mine sería perfecta. (:

Capítulo catorce; Tres segundos.

En una pequeña habitación de un piso de Londres se encontraba el joven Dylan probándose un montón de camisas. Resopló. Ninguna le convencía. Ninguna de ellas le quedaba lo suficientemente bien para estar perfecto aquella noche. Y no es que le importara mucho su aspecto pero la ocasión lo merecía; iba a cenar con Sam. Sonrió ampliamente todavía sin creérselo. La había conocido por casualidad una noche de invierno y sin saber cómo ya ocupaba gran parte de sus sueños.

-Lily, ¿puedes venir un momento? – dijo él de repente sujetando tres camisas en la mano.

Se oyó una lejana voz; y segundos después apareció una pelirroja preciosa con los ojos azules por la puerta del baño. Lily era la mejor amiga de Dylan; era un año más pequeña que él pero a pesar de eso se llevaban de maravilla.

-¿Qué quieres? – preguntó ella.
-Necesito ayuda – rió él señalando al montón de camisas.
-¿Vas a salir? – él asintió. – Imagino que es con una chica, ¿no?
-Imaginas bien.
-¿Quién es? – preguntó ella curiosa.
-No la conoces.
-Pues si vas a salir con ella ya es hora de que la vaya conociendo; ¿no crees? – rió la pequeña Lily tocándose su pelo rojizo.
-Aún es demasiado pronto para eso, pequeñaja. – rió él revolviéndole el flequillo.
-¡Ay, para! – pero no le hizo caso. - ¡Dylan Hudson o paras o no te ayudo! – gritó.
-Vale, vale… - susurró el chico.

Después de un rato de risas, camisas, y pases de modelos por parte de Dylan se decidieron por una camisa de color blanco con pequeños detalles en lila (el color favorito del chico).

Cuando Dylan se acabó de arreglar se despidió de las personas con las cuales compartía piso; Cody, Jota y Lily. Y sonriente se marchó a su cita con Sam. Una vez en la calle se montó en el coche y condujo por las calles de Londres hasta la puerta de la casa de la chica. Aparcó y la llamó al móvil.

-¿Si? – contestó la chica rubia al otro lado del teléfono.
-Tu voz es música para mis oídos – rió él.
-Hola Dylan, te estaba esperando.
-Lo imaginaba. Estoy en la puerta de tu casa preciosa, ¿bajas?
-Dame tres segundos – rió ella. Se escuchó un ruido de llaves y un portazo.
-Tres. Ya deberías estar en mi coche. Eres una tardona.
-Y tú eres un plasta.
-¿Ya estamos, otra vez? – volvió a reír él. Estaba feliz.
-Sí. Y seguiré diciéndotelo las veces que hagan falta.
-No me dejarás vivir en paz – susurró él.
-Exacto.

Se quedaron en silencio unos segundos pero sin colgar. Dylan se miraba en el espejo del coche y se retocaba su pelo oscuro; y Sam bajaba como un rayo por las escaleras de su edificio.

-Estoy en la puerta – dijo la chica hiperventilando.
-Ya te veo, ya – rió él. – Parece que acabes de correr los cien metros lisos.
-Lisos no, con escaleras. – rió ella.
-Lo que tú digas.

Otro silencio. No habían colgado ninguno de los dos; sabían y les encantaba saber que el otro estaba al otro lado de la línea. Sam cruzó la calle para llegar al coche de Dylan que seguía con el teléfono enganchado a la oreja. Sonriente, Sam, abrió la puerta y se sentó en el asiento de copiloto bajo la atenta mirada del chico.

-¿Ves? Tres segundos. – dijo ella riéndose.
-¿Cómo de largos son los segundos para ti, Sam? – preguntó él riendo también.
-Puede que un poco más largos de lo normal.
-Eso puede estar bien, a veces – murmuró él.
-¿Ah, sí? ¿Cuándo? – preguntó ella curiosa colgando el teléfono.
-Ya lo sabrás cuando llegue el momento.

Nadie dijo nada más y la duda se quedó en la mente de Sam a la vez que Dylan sonreía pícaramente calculando hasta el más pequeño detalle de esa pequeña velada. El chico subió el volumen de a radio y la música inundó el silencio que reinaba en el vehículo. El coche recorría las calles de la ciudad a la vez que el locutor de la radio iba poniendo los éxitos de las listas de vendas.

-¡Y ahora os dejamos con el nuevo sencillo de cinco chicos que están causando sensación entre las adolescentes…! Aquí lo tenéis, esto es “One Thing” de One Direction. – y acto seguido empezó a sonar la canción en el coche.

Sam cantaba la canción con alegría y Dylan la escuchaba cantar sonriente. No era una canción que le quitara el sueño, ni le iba ni le venía. Y aquellos chicos tampoco, aunque a ellos y a su música les debía algo. De no haber sido por ellos no hubiera conocido a aquella preciosa chica rubia que estaba sentada en aquel preciso instante en el asiento del copiloto de su coche.

Pocos minutos después llegaron a su destino, se bajaron del coche y ante sus ojos Sam observó uno de los mejores restaurantes de la ciudad. No se lo podía creer; Dylan era definitivamente el chico perfecto. Entraron en el edificio y el camarero de la recepción comprobó que la reserva estaba hecha y les acompañó hasta su mesa.

El restaurante estaba lleno de gente a pesar de su alta categoría. Tenía las cortinas de color rojo y el suelo era de mármol. Las mesas estaban cubiertas con manteles que llegaban hasta el suelo y las sillas tenían una tapicería de terciopelo de color granate. Las copas estaban ordenadas de mayor a menor, y los cubiertos estaban colocados de la manera más sofisticada posible. Sam se sentía rara allí, se sentía como una princesa; como sí él fuese su príncipe. Oh, oh. Luz azul, otra vez. El detector de príncipes. Sacudió la cabeza. Dylan era perfecto, pero ella no creía en príncipes.

-Qué detallazo, ¿no? – preguntó ella mirándolo todo.
-Tenía que ser especial, no podía ser un sitio cualquiera – se encogió de hombros.

Realmente le costó un poco conseguir reunir el dinero que había calculado que costaría aquella cena pero no le importaba nada en absoluto.

-No hacía falta todo esto… - murmuró Sam.
-Sí que hacía falta, además ahora ya estás aquí. Así que calla y disfruta.

Pocos minutos después llegó el camarero mientras ambos estaban mirando la carta. Les costó decidirse había tantas cosas entre las que elegir que no podían pedir sólo una. Finalmente cada uno se decantó por un planto distinto y pidieron una ensalada para dos además de un vino para acompañar la cena. No esperaron mucho hasta que les llevaron a la mesa lo que habían pedido y mientras cenaban mantuvieron una agradable conversación sobre cosas no muy importantes.

-¿Y cómo acabaste trabajando de guardia de seguridad en conciertos? – preguntó Sam.
-La verdad es que estoy estudiando para ser policía y mi profesor de condicionamiento físico me recomendó que podía trabajar allí para tener mis propios ingresos – le contó él.
-Vaya. Y así te entrenas para cuando acabes de estudiar porque con tanta chica suelta por allí… - rió ella.
-Exacto. De todas maneras, es un trabajo que me gusta. No me disgustaría continuar haciéndolo una vez haya terminado mis estudios.
-¿Te gusta pasarte la noche de pie vigilando un recinto lleno de gente gritando?
-Sí – afirmó Dylan.
-Eso es raro. – volvió a reír ella.
-Puede que lo sea pero disfruto de conciertos gratis y conozco a gente. – él rió junto a la chica.
-Visto así es un buen trabajo. Mola. – se quedó callada unos segundos. – Yo quiero conciertos gratis.
-Ya te invitaré a alguno – sonrió él.
-¿Puedes hacer eso? – preguntó Sam curiosa. Conciertos gratis. Eso estaba bien.
-En teoría no, pero el jefe me debe más de una… y más de dos. – rió él.
-Oh. Bueno pero si me invitas que sea a conciertos de One Direction.
-¿No te cansas de ellos? – preguntó Dylan.
-No. ¿Por qué?
-No sé. Siempre estás hablando de ellos. Tu y las chicas los perseguís… - empezó a decir él.
-Eh, no les perseguimos. – interrumpió ella. – Vamos a verles a los sitios a los que van.
-Eso es perseguir – concluyó él seco.
-Lo que tú digas. – respondió Sam del mismo modo.
-A lo que me refiero es que ya los tienes muy vistos. Salen en todos sitios; en las revistas, en los programas de televisión, en las redes sociales son siempre tendencias mundiales, en las listas de música, en las radios… ¿No crees que es un sobre exceso de One Direction? – dijo Dylan intentando sonar cordial.
-No. – contestó ella secamente, otra vez. – Soy fan de One Direction, y me gusta ver que están cumpliendo su sueño. ¿Tan difícil de entender es?
-Si difícil no es, Sam. Lo que pasa es que en mi opinión este tema está siendo un poco demasiado plasta.
-Para ti lo será, pero para mí no.
-Vale. Vale. Mensaje captado. Dejemos el tema. – dijo Dylan notando que Sam estaba molesta con su opinión respecto a aquellos cinco chicos.

Siguieron cenando mientras entre ambos reinaba un silencio bastante incomodo. ¿Por qué siempre les pasaba eso cada vez que hablaban de One Direction? ¿Por qué Sam se molestaba tanto? ¿Y por qué Dylan no podía soportar que Sam estuviera tan enamorada de aquellos chicos? La respuesta a la última pregunta era fácil y sencilla; porque ellos eran mejores que Dylan, y él estaba totalmente convencido de que jamás le escogería a él. Pero tenía que intentarlo y estaba dispuesto a conquistar el corazón de aquella chica rubia; costase lo que costase.

El silencio dio paso a risas, y a conversaciones sobre otro tema que no fuera One Direction. Y eso relajó el ambiente de una manera considerable. Gracias a ello pudieron disfrutar de lo que quedaba de noche con tranquilidad.

Salieron del restaurante cuando ya era noche cerrada. Hacía frío y soplaba un suave viento que revolvía el pelo de Sam. Dylan sonrió sin dejar de mirarla. Era increíblemente guapa y ella no era capaz de verlo.

-¿Por qué me miras así? – preguntó ella.
-Porque eres muy guapa.
-No me mientas.
-No lo hago. – insistió Dylan acercándose a la chica.
-Vuelves a mentir.
-¿Le damos otra vuelta? – rió él abrazándola por la cintura.
-Me parece correcto – sonrió ella.
-Eres muy guapa.
-Y tú eres muy mentiroso.

Se quedaron unos segundos así; medio abrazados. Y sus frentes se tocaron. Ella sonreía, y él más todavía. Dylan suspiró; aquel era su momento y si no lo aprovechaba podría perder el corazón de aquella chica. Así que sin pensárselo dos veces la besó. Sam le correspondió el beso de buena gana, y se acercó más a él. Fue un beso intenso, y largo. Muy largo. Puede que demasiado. Cuando se separaron él la miró sonriendo y añadió;

-¿Ves? Tres segundos. Para esto sirve que tus segundos sean un poco más largos de lo normal.


Un beso muy muy fuerte;
Mery Da Font.

6 comentarios:

  1. Hola guapíssima!!!

    M'ha agradat moltíssim el capítol, però ha sigut curt oi? Almenys a mi m'ho ha semblat, segur que ha sigut perquè he guadit molt llegint-lo! jejeje

    Petons guapa!!!! :D

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    1. Pensava que no es notaria... pero si aquest es més curt que els altres... em va surtir massa curtet xDD :$

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  2. Sí, si, aquest es moolt cuurt! M'he quedat amb ganes de mées, sobretot vull saber més del Harry Y la Caroline!
    Petooons :)

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    1. Umh.. ¿Més sobre en Harry i la Caroline? Bueh, dintre de poc tornaràn a surtir coses d'ells... :D
      Un petó macaaaaaa <3

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  3. Aaaaawn! que ricos son ^.^
    Bueno Maria sigue asi eh! que al final nos has dejado con la intriga de no saber que pasa con Jodie y con Hazza :D
    Sube pronto amor :)

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    1. Aaiii, Elena :')
      Las cosas se complicaran y tal a partir de ahora.. Así que nada, hoy a leer el nuevo capítulo.
      Un besado preciosa <3

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