4 feb 2012

You belong with me; Capítulo cuatro.

¡Perdonarme! Iba a subir a las nueve y media en punto; lo juro. Pero es que me he liado a escribir... y se me ha ido el santo al cielo. No sé que deciros... que queda poquísimo para que estrenen el CD de los chicos aquí, ¡y que estoy súper emocionada! Además ya os puedo adelantar que van haber muchos líos (que es precisamente lo que estaba escribiendo ahora).
Y nada que aquí tenéis el capítulo cuatro que espero que lo disfrutéis y que desgraciadamente este capítulo no tiene canción que lo acompañe... (y si la tenía no me acuerdo).

Capítulo cuatro; El plasta encantador llamado Dylan.

And that’s what makes you beautiful.

Esas fueron las últimas palabras que inundaron aquel enorme estadio una tranquila noche de invierno. Los gritos y aplausos aparecieron inmediatamente después; los chicos saludaron y se marcharon del escenario, sonrientes. Cuando ya nadie les veía, allí entre bambalinas, se abrazaron y empezaron a saltar. Estaban eufóricos; todo había salido fenomenal, y el público estaba más que contento.

A los pies del escenario seguían aquellas tres inseparables amigas. El recinto poco a poco fue vaciándose gracias a las indicaciones de los cuerpos de seguridad que habían velado por que todo estuviera bien aquella noche. Quizá les tocara esperarse veinte minutos para poder salir, pero no les importaba. Para hacer tiempo revisaron todas las fotos que habían hecho las tres, cada una con su cámara, y comentaban lo bien que habían quedado.

Se pusieron las chaquetas, recogieron sus mochilas, y salieron al exterior del recinto. Respiraron el aire puro, y el frío viento jugueteó con su pelo. Muchas de las chicas se iban para casa ya cansadas después de aquella intensa noche, pero a ellas aún les quedaba mucha, mucha, noche por delante.

Sam se acercó a un muchacho alto y fuerte que estaba en la puerta del estadio. Era uno de los chicos de seguridad. Estaban tan cerca que Sam pudo ver que tenía los ojos azules a pesar de que era una de las noches más negras de aquel invierno. Él sonrió amablemente esperando a que Sam dijera algo.

-Hola… perdona, quería preguntarte una cosa – dijo ella sonriendo.
-¿En qué puedo ayudarte? – preguntó él sin dejar de sonreír.
-¿Sabes si los chicos van a salir a firmar ahora?
-Claro que lo sé – sonrió. – Y apuesto a que estas deseando que te lo diga.

Ella asintió nerviosa, miró hacia donde estaban sus amigas y se encogió de hombros. El chico del cual no sabía el nombre miró hacia donde ella estaba mirando también y rió.

-Aún no han anunciado nada, pero… - empezó a decir.
-¿Pero?... – Sam se estaba empezando a impacientar. ¿A que jugaba aquel chico?
-Te lo diré si prometes que no te pondrás histérica – rió. Sam enarcó una ceja, estaba totalmente perpleja. Histérica, ¿ella? Eso nunca. – Nadie puede enterarse.
-Vale, lo prometo.
-No te creo – dijo él mientras la miraba a los ojos. Aquella chica le parecía irremediablemente guapa.
-¡¿Pero me lo quieres decir ya?! – dijo Sam un poco más alterada, y levantando un poco más la voz.
-¿Lo ves? Te estás poniendo histérica – repuso el chico con tranquilidad. Rió.
-¡Porqué eres un plasta que no me lo dice! – rebatió ella subiendo un poco más el tono de voz.
-Vale, sí soy un plasta. Encantado. ¿Y tú eres…? – ella rió, no pudo evitarlo la verdad es que estaba resultando un plasta encantador.
-Me llamo Sam – dijo más tranquila. – Encantada, Plasta.
-Y ahora que ya estás menos histérica que hace unos segundos…
-¿Me lo vas a decir ya? – sonrió.
-Sólo si aceptas a que te invite a cenar un día de estos.

Ella se quedó perpleja unos segundos. “¡Vaya con que eso era lo que quería el plasta encantador…” pensó la chica. No estaría mal salir a cenar con él, era guapo, simpático, y podía proporcionarle una información privilegiada si aceptaba. Era un buen trato.

-Acepto. – sonrió ella.
-Perfecto. Y respecto a lo de los chicos… he de decir que sí, van a salir a firmar. – rió.
-¿Y dónde tenemos que ir para verles? – preguntó nerviosa.

El chico cogió el walkie talkie que tenía colgado en un cinturón del uniforme y lo utilizó para comunicarse con alguien. Sam lo observó atentamente y, además de darse cuenta de que tenía los ojos azules, se fijó en que tenía infinidad de pecas repartidas por sus mejillas. En otra persona le hubieran dado un toque aniñado pero a él le hacían más interesante. Sam sonrió sin quererlo y esperó a que acabara de hablar con quien quiera que fuese.

-¿Si he entendido bien estarán en la puerta C-23? Cambio. – Sam rió. Le hacía gracia estar escuchando al final de cada frase esa palaba típica de las conversaciones por walkie talkies que ya sólo se usaban en las películas de policías que veía su padre los sábados por la tarde.
-Correcto. Saldrán de aquí a unos veinte minutos aproximadamente. ¿Te quedas tú a hacer la guardia? Cambio – respondió la otra persona.

Las chicas observaban desde la distancia la escena de su amiga y aquel chico de seguridad. ¿Qué estaría pasando? ¿Por qué Sam se reía tanto?

-Sí, me quedo yo. Pero no me dejéis solo con tanta niña; déjame refuerzos. Cody y Jota estaban en la puerta C-21, que vayan para allí; en unos minutos voy yo. Cambio y corto. – respondió aquel chico.
-Perfecto. Ahora los aviso. Gracias por cubrirme Dylan, te debo una. Cambio y corto.

Dylan miró a Sam, sonriente, y le indicó que fuera a buscar a sus amigas… Ellas y él se iban de excursión hasta la puerta C-23; ella verían a sus ídolos, y él tendría que trabajar para pagar la cena que tendría con aquella encantadora chica de pelo rubio.

Pocos minutos después estaban los cuatro allí delante de la puerta C-23 dónde estaban esperando la llegada de los compañeros de Dylan. No se hicieron esperar mucho, y al llegar se llevaron una agradable sorpresa al ver aquellas tres chicas allí junto a su amigo. Él hizo un gesto para darles a entender que luego se lo contaría todo, pero que ahora les tocaba ponerse a trabajar. Nadie sabía nada de aquello todavía.

-¡Hey Dylan! ¿Qué hay? – dijo un chico alto y delgado.
-Pues nada… aquí estamos. ¿Está todo listo?
-Falta colocar las vallas que dan hacia la puerta. Para que no pase frío la gente Simon ha decidido hacerlo en la pequeña sala que hay nada más al entrar. Y la cola se hará fuera. – informó el otro chico.

Sam intentó averiguar quién de los dos era Cody, y quién era Jota. Pero, lógicamente, no lo logró. De todas maneras ella y sus amigas se dedicaron a sonreír con un nerviosismo notable.

-Perfecto. – repuso Dylan con tranquilidad. - ¿Quién va a avisar a todas las chicas?
-Simon y un equipo de seguridad van hacia la puerta principal para comunicarlo. – volvió a hablar el mismo chico.
-Chicas, quedaros aquí mientras colocamos las vallas. Parece ser que vais a ser las primeras – les dijo Dylan sonriendo.
-Tenéis mucha suerte – apuntó uno de los chicos. – Por cierto, yo soy Cody. Encantado.
-Y yo soy Jota. – se apresuró a decir el otro chico.

Una vez hechas todas las presentaciones aquellos tres chicos se dedicaron a sacar las vallas y a ponerlas para que se pudiera hacer una cola con tranquilidad y sin aglomeraciones de gente. No mucho más tarde Jodie, Sam, y Naomi se encontraban las primeras de aquella fila que no tardaría en hacerse enorme.

-Simon acaba de comunicar el mensaje; las chicas van corriendo para allí. Suerte. Cambio. – sonó en uno de los walkie talkies de los chicos.
-Gracias jefe, la vamos a necesitar- rió Cody. – Cambio y corto.

Todos rieron ante el comentario de Cody. Era realmente simpático, al igual que Jota y Dylan. Tenía los ojos oscuros y una sonrisa muy bonita. Lo más destacable de Jota era su increíble desparpajo a la hora de hacer las cosas; y eso a Naomi le recordó mucho a Louis.

-¡Qué nervios! – susurró Jodie.
-Tranquila; no muerden – rió Jota. – Ya vienen cenados, así que no te preocupes por eso. – la pequeña rió ante el comentario de aquel chico y suspiró.

Cierto era que no mordían, pero ella no podía estar tranquila. Estaba a veinte pasos de cruzar la puerta que le llevaría a conocer al que ella consideraba el único príncipe azul que existía en todo el mundo. Y eso hacía que su corazón latiera mucho más fuerte. Naomi estaba igual pero no lo exteriorizaba; soñaba con el momento de verles, de abrazarles, y de poder decirles aquello que miles de veces había ensayado delante del espejo. Se lo sabía de memoria, sabía las palabras exactas que tenía que decir, y estaba segura que cuando los viera el mundo se pararía y su memoria se quedaría en blanco. Y Sam… Sam estaba hecha un lío. Pensaba en cómo sería conocerles, y en lo bonito que sería ese momento; pero a la vez no podía parar de pensar en la proposición de Dylan. El cual, por cierto, le estaba dando su número de teléfono en aquel momento.

-Dame el tuyo también – dijo sonriendo. - Así podré llamarte para decirte cómo y cuándo quedamos.

Dicho y hecho. Intercambiaron número de teléfono, sonrisas, y miradas. Pero aquel mágico momento fue interrumpido por un montón de gritos y chicas corriendo.

-Me voy a trabajar; que tengo que ganarme el sueldo para pagarte la cena – rió Dylan mientras se iba hasta el final de la cola.

Los tres chicos pusieron paz a toda la muchedumbre de chicas que acababan de llegar. Consiguieron que hicieran una fila organizada, y siguiendo el recorrido de las vallas. Después de unos minutos pidiendo silencio las chicas callaron y escucharon las indicaciones de Cody, Jota y Dylan. Ellos explicaron cómo iban a suceder las cosas a partir de entonces; la cola se haría fuera, y en pequeños grupos de cómo máximo cinco personas se entraría por aquella puerta hacía una pequeña sala dónde se encontrarían los chicos. Los grupos estarían unos diez minutos como máximo para que todo el mundo tuviera oportunidad de estar un rato con ellos.

-¿Está todo listo? Cambio. – preguntó Jhota por el walkie talkie.
-Los chicos están acabando de prepararse. Dadnos cinco minutos. Cambio – respondió Simon.
-Cinco minutos. Entendido. Cambio y corto. – finalizó Cody.

Jodie, Sam y Naomi no podía creerse que fuera el propio Simon quien había contestado desde el walkie talkie. Todo aquello era alucinante. Tan sólo quedaban cinco minutos de espera, y estarían en el séptimo cielo acompañadas por cinco maravillosos ángeles.

-¡Es que Zayn se está cambiando de ropa! Soy Louis, me apetecía probar esto. Hola seas quien seas. Corto. – sonó la voz melódica de aquel chico en el aparato.
-¡Louis, suelta eso! ¡Dámelo! – se escuchó a Simon de fondo – No es para jugar, ¿sabes?
-No te lo voy a dar, Simon. ¿Hola? ¿Alguien me oye? … Esto no va. Cambio. – rió el chico.

Suerte que Dylan estaba lo suficientemente separado de todas aquellas chicas como para que lo hubieran escuchado, ya que si lo hubieran hecho los oídos de los tres chicos sufrirían las consecuencias. Las que sí lo escucharon fueron aquellas privilegiadas chicas que pasarían las primeras. Rieron al imaginarse a Louis robándole el walkie talkie a Simon y hablando por él como un niño pequeño con un juguete nuevo.

-Hola Louis. Me llamo Dylan y soy el responsable de que no te maten esta noche, encantado. Cambio – dijo Dylan riendo.
-Hola Dylan, no sé cómo va esto... pero gracias por hacer que mi vida no corra peligro – rió. – Cambio.

Dylan miró el reloj y sonrió. Cogió el walkie talkie y se lo acercó a la boca pulsando el botón que haría que el mensaje le llegara a Louis.

-Louis informa a todo el mundo que en tres minutos pasa el primer grupo. Cambio y corto.

3 comentarios:

  1. AHORA YA TENGO PC PARA COMENTARTE.
    SABES QUE ME ENCANTA, Y QUIERO VER A LOUIS Y NAOMI JUNTITOS YAAAAAAAA :D

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    1. No sabes tu ni na'! xDDDDDDDDDDDDDDD Eres una marranota que lo sepas, aun es pronto para que tu y Louis esteis juntos, que lo sepas xDDDD :3 loveya!

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  2. Hola guapíssima!

    Avui l'he llegit tard... però segur que aniré a dormir molt feliç despres de llegir el 4 capítol!!!

    Sempre acabes els capítols amb intriga! jejeje

    Molt feliç de que hagis fet aquest blog!!!! :D

    Molts petons guapa!!!! :)

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